Rodolfo es un halcón de pocos meses, cada día espera paciente que su mamá le traiga la comida la cual, devora sin pensar pues suele tener siempre hambre, está creciendo y necesita energía para desarrollar todo su potencial y poder echar a volar.
Hoy, su mamá le ha traído una rana pues no ha encontrado nada mejor.
Rodolfo estaba hambriento, como casi siempre, pero justo cuando abría el pico para comer, una voz que no sabía de dónde provenía le dijo:
-- Pequeño halcón que surcarás las nubes yo soy muy poco alimento para ti, por qué mejor no respetas mi vida y mañana te traigo algo mejor y más grande para desayunar....
Rodolfo que, aun siendo bebé era listo y paciente, le respondió:
-- Creo que eres tú, rana de río, la que hablas....
-- sí, yo soy, la rana Constantina tu vecina.
-- Y qué me traerás siendo yo un halcón y tú una pequeña criatura no depredadora.
-- Te puedo traer salmones tan grandes como tu nido, mucho más sabrosos y nutritivos que yo.
A Rodolfo le pareció bien, así que aceptó.
A la mañana siguiente, Constantina saltó del nido y se fue a buscar salmones viejos, con poca esperanza de vida, sabía que eso no le importaba a Rodolfo.
Encontró uno parado, sin fuerza, ya moribundo, y ese fue el que agarró, lo arrastró por una aleta hasta la orilla, luego, llamó a la mamá de Rodolfo para que lo llevara al nido.
Rodolfo estaba contento con su desayuno y llamó a Constantina para darle las gracias....
Ella le dijo que era mutuo el agradecimiento y que durante una semana le traería su desayuno para premiar su paciencia y la confianza que había puesto en ella.
Constantina y Rodolfo se hicieron muy amigos y cuando Rodolfo se hizo un gran y veloz halcón cuidaba de que a su buena amiga Constantina no le ocurriera nada y ella de cuando en cuando le invitaba al desayuno.
A pesar de ser uno depredador y otro alimento eso no les impidió ser amigos, respetarse y quererse siempre..
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