Llegó la primavera, y mi padre, don manzano, después de haber estado desnudo todo el invierno, se vistió de flores. Llegó el verano y de una de esas flores empecé a salir yo.
Estaba pasándomelo bien, columpiándome con mis hermanas en las ramas cuando empezaron a subir al árbol muchas hormigas y empezaron a mordernos y a hacernos muchas cosquillas. El dueño de la finca, creyendo que era el tiempo de coger las manzanas, vino hacia nosotras con un saco. Mi padre se puso a protestar y yo me desmayé.
Al volver en mí, muchas de mis hermanas estaban ya en el suelo. Me escondí cuanto pude pero de nada me sirvió. Quise escapar pero fui vista y una mano me volvió a echar dentro y cerró fuertemente
el saco.
Al día siguiente estábamos en una habitación con muchas amigas y poco a poco fueron llegando más y más.
Después nos metieron en unas cajas y nos cargaron en un camión. Yo le pregunté a mi amiga:
-A dónde nos llevan?
-Seguramente a ningún sitio bueno –Me contestó.
Esto me puso muy triste y de nuevo traté de escapar por una rendija, pero en aquel momento un bache me hizo rodar hacia el otro lado.
El camión iba muy deprisa. La cosa era terrible… Chocábamos unas con otras… Cuándo terminaría aquella tragedia? El hombre del camión, al ver que nos íbamos a golpear mucho y después no nos comprarían, moderó un poco la marcha, y pude respirar!!
Llegamos a Barcelona. Por todos sitios se oía un ruido ensordecedor. Había miles de automóviles. Nos llevaron a una frutería y allí nos pusieron a la venta. Llegó una señora, me tomo en su mano, pagó el importe y me llevó a su casa. Allí le conté la historia que aquí leéis y cuando terminé me dijo:
-Me ha interesado mucho tu vida pero tengo que comer.
-Soy consciente de mi destino, y este es el mejor pues, de otra forma, mi vida sería corta y me marchitaría en poco tiempo dentro de un frutero. He sido feliz en mi corta pero intensa vida. Bon appétit –Le dije yo.