Después empezaron a saltar y a bailar encima de las sillas y de los bancos, y por último, se marcharon bailando. Desde aquel momento no se les volvió a ver más; pero el zapatero continuó siendo
feliz el resto de su vida, y todo lo que emprendía le salía bien. Había una vez una pobre criada que era muy limpia y trabajadora; barría la casa todos los días y sacaba la basura a la calle. Una
mañana al ponerse a trabajar, encontró una carta en el suelo, y como no sabía leer colocó la escoba en un rincón y se la llevó a sus amos: era una invitación de los enanos mágicos que la
convidaban a ser madrina de uno de sus hijos. Ignoraba qué hacer, pero al fin, después de muchas vacilaciones, aceptó, porque le dijeron que era peligroso negarse.